Diez princesas


¡Buenas noches!

En estos días, que sigo encontrándome con libreros y lectores (¡gracias!), algunos me habéis contado que me conocisteis con La gramática del amor, mi primera novela. Es muy curioso cómo hay libros que a pesar de llevar mucho tiempo publicados -siete años, en este caso- siguen vivos en las librerías y en el corazón de los lectores. Lo que casi nadie sabe es que la situación de partida de la novela, en que Irene, la protagonista, se da cuenta de que su amado tiene otras nueve "princesas", además de ella misma, está basada en hechos muy reales.

Fue allá por 2004 o quizá 2005: nunca fui muy buena con las fechas. Acudí a un evento en el que participaban diferentes conferenciantes. Uno de ellos contó una historia muy interesante, que no pudo terminar por falta de tiempo. Al acabar la charla, me acerqué para preguntarle por el final, y allí comenzó una curiosa relación.  El ponente, un publicista, empezó a escribirme mensajes cada semana hablando de libros y de muchas otras cosas, que indefectiblemente acababan con una invitación para salir. Yo las rehusaba todas con amabilidad, pues en aquel momento no estaba interesada. Al cabo de varias semanas, un buen día decidí aceptar, sobre todo porque el chico se estaba tomando tantas molestias, leyendo y comentándome los libros que yo editaba en aquella época, que me pareció descortés no quedar con él ni para tomar un café.

Después de dos o tres citas más o menos fallidas, en las que, eso sí, siempre intentaba impresionarme y me trataba como a una princesa -de hecho enseguida empezó a llamarme así, y no por mi nombre- un buen día recibí una felicitación de Sant Jordi con lo que me pareció un texto muy romántico. Para los que vivís fuera de Catalunya, Sant Jordi, además del día del libro, es nuestro día de los enamorados. En aquella época no teníamos WhatsApp, pero mi "príncipe" me mandó un SMS con la imagen de una rosa y un texto que ya no recuerdo, pero en el sin duda aparecía la palabra "princesa". La verdad es que me hizo ilusión, pero no pude leerlo bien hasta el día siguiente porque acababa de operarme de miopía y mi vista estaba muy desenfocada. Mi sorpresa vino cuando se enfocó, al día siguiente, y al llegar al final del texto me di cuenta de que "mi" mensaje estaba dirigido, además, a otras nueve "princesas". Nuestra "relación" terminó en ese momento y lo cierto es que me reí bastante con toda aquella historia, supongo que porque en realidad "lo nuestro" nunca llegó a arrancar. Años más tarde aquella anécdota inspiró el capítulo "Diez princesas" de La gramática del amor.

Y varios años más tarde, también, me di cuenta de que se me había repetido un patrón parecido con otra pareja. El hombre en cuestión se jactaba de recomendarme, en lo que se suponía un gesto íntimo y, de nuevo, muy romántico, libros, películas e incluso cafeterías y restaurantes originales. Cada vez que me hacía una de aquellas recomendaciones, me regalaba un libro o me llevaba a algún lugar especial, hacía mucho énfasis en que aquel gesto, aquel lugar o aquella canción eran solo, solo para mí. Y yo lo apreciaba porque entendía que la idea era hacerme sentir especial.

Por supuesto, me sentía la mujer más afortunada del mundo, partícipe de un secreto bonito y exclusivo, de un universo íntimo y especial que era solo nuestro.  Cuando reservaba mesa en un nuevo local o me mostraba algún rincón de la ciudad, incluso me pedía por favor que no llevara a ninguna persona al mismo lugar, para que aquel se convirtiera en nuestro sitio secreto. Me parecía súper romántico, claro. Cuando nuestra relación terminó, varias amigas comunes salieron del armario y me explicaron que a ellas las había llevado exactamente a los mismos lugares, les había puesto las mismas canciones y les había regalado los mismos libros, con la misma recomendación de mantener el secreto y la exclusividad de aquellos "regalos". Fue decepcionante, sorprendente y también muy divertido (siguiendo este orden cronológico), comprobar que éramos muchas personas las que compartíamos aquel universo íntimo y personal que yo creía solo nuestro. La anécdota me hizo comprender también que, en general, los secretos nunca llevan a nada bueno...

Os cuento todo esto porque, después de reflexionar un tiempo sobre ello, me di cuenta de que si aquel patrón se me había repetido (una persona que me mentía haciéndome creer que yo era la persona más especial sobre la capa de la Tierra, cuando en realidad para él yo no era sino una "princesa" más), cabía preguntarse: ¿Y yo? ¿Hasta qué punto me consideraba yo especial? ¿Hasta qué punto buscaba que fueran los demás los que me reflejaran esa sensación de ser única, especial, de ser valiosa, en definitiva? 

En cuanto hice consciente esa grieta de mi alma y empecé a trabajarla... dejé de atraer "príncipes" mentirosos a mi vida ;) Y si os cuento hoy estas dos anécdotas personales es para dejaros sobre la mesa la misma pregunta que me hice yo hace años. ¿Y tú? ¿Hay alguna situación que se repite en tus relaciones? ¿Eres capaz de detectar algún patrón o conflicto que se da una y otra vez? ¿A pesar de haber tenido parejas diferentes, tienes la sensación de que estás saliendo siempre con la misma persona? ¿Necesitas que alguien te haga sentir que eres su princesa o su príncipe? ¿O eres consciente ya de que en realidad eres una reina, o mejor aún, una khaleesi? ;-)

Me encantaría que compartierais conmigo vuestras anécdotas y reflexiones :)
¡Feliz semana!

Comentarios

  1. Gracias por compartir estas dos anécdotas, Rocío. Una curiosidad más: cuando trataste a estos dos chicos, ¿alguna vez tuviste la sensación de que sus esfuezos por hacerte sentir única se originaban, en realidad, en su propia falta de autoestima? ¿No serían ellos los que necesitaban sentir que eran "las personas más especiales sobre la capa de la Tierra"?

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    1. Creo que eso solo pueden saberlo ellos... Pero es cierto que nuestros actos hablan mucho más de nosotros que miles de palabras bonitas. Muchas gracias por leer y por tu buen comentario, me hiciste pensar! 😘

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